Es sorprendente
comprobar como en un mundo en claro retroceso espiritual, el relevo de la
cabeza visible de la Iglesia Católica se convierte en tema del día, de nuevo
las apuestas y profecías de entendidos
que no tienen idea se han desmoronado, demostrando que el futuro no lo conoce
ni Dios, pues depende de cada uno de nosotros y no hay nada más impredecible
que el ser humano.
Que el
actual Papa Francisco sea militante jesuita me reconforta, sé que a ojos de
Dios todos somos iguales, pero mi formación humana, cultural y religiosa, por
este orden, se la tengo que agradecer en gran parte a la Compañía de Jesús que se
encargaron de moldearme durante más de
diez años, con una extraña mezcla de disciplina y libertad que me obligaba a
pensar e investigar gracias a la contradicción. Confieso que no se nada del
nuevo Papa, pero hay detalles curiosos, divertidos y esperanzadores, en primer
lugar que el General jesuita deje de ser considerado como Papa negro, ya no
hace falta marcar con un poder paralelo, que provenga de Argentina es lo de
menos los jesuitas son culo de mal asiento, su fundamento está en el trabajo
de campo prefieren la acción a la teología, hay jesuitas ordenados y
desordenados por todo el mundo y siempre están trabajando; también en su
presentación pública mostró otra seña de identidad de la orden, el amor a María, que no es otra
cosa que el reconocimiento a la mujer, un reconocimiento ambiguo pero siempre
patente, preveo una crítica abierta pero no beligerante hacia los abusos de
poder y una mano tendida pero no caritativa con los desfavorecidos, la ayuda
tiene que ir acompañada del trabajo y
buena actitud del receptor, la llamada a la oración no es otra cosa que parar
la euforia efímera y la banalización, comenzar con un Padre Nuestro, Ave María
y Gloria generalmente rezados de carretilla y sin análisis de contenido fue
algo típico, pero el gran golpe de efecto vino al silenciar a todos los fieles forzándolos
a la verdadera oración, la íntima, la reflexiva, la válida, la que limpia y a la
vez nos señala, el final de esta presentación del nuevo Pontífice no pudo ser más
desconcertante y sobrecogedor, quieto, impasible, exento de todo lenguaje incluido
el corporal, mirando y mostrándose, yo
capté un estoy aquí y ahora ¿qué hacemos?

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