Ayer
por la noche, volvió ese gran momento anual de reunión, estábamos todos, una
vez mas no faltó nadie, poco a poco iban llegando, durante los preparativos, en la cena, en la sobremesa,
incluso alguno me acompañó a la cama para descansar. En cuerpo o alma, todos
fueron viniendo, en realidad jamás están ausentes durante el año, pero anoche
era el momento de paz que activa el recuerdo, que invade el corazón de lágrimas
de nostalgia, de amor, de un amor que vuelve a llenar un depósito que estaba con un nivel de reserva
y ahora ya rebosa para poder volver a repartirlo con generosidad.
Anoche resonaron
con alegría los cánticos de mi tierra. Todo
tipo de cánticos. Pues mi tierra no es solo mía, es universal y de todos. Anoche
no faltó nada pues si nada hubiera tenido, nada me hubiera faltado, los seres
que amé y que amo no hubieran dejado de venir para iluminarme, fue noche de paz
pues no faltó nadie a la cita o por lo menos no noté ninguna ausencia, si
alguien no vino no se le echó en falta, pues gracias a Dios se borraron de mi
memoria y por fin descansamos todos en paz.
Anoche se
sentó en la mesa un nuevo personaje al que mañana iré a decirle, hasta la
próxima, es probable que si no hubiera decidido dejarnos unas horas antes de
cenar, ni él ni su familia hubieran compartido nuestra mesa, así es la vida,
eterna. Gracias a todos por venir y también por recibirme en vuestras mesas,
que sigamos juntos siempre.