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lunes, 20 de julio de 2020

SESENTA



Dicen que es bueno hacer balance de tanto en tanto, cada año, lustro o década, no se bien de que sirve, pues lo pasado pasado está y lo que tenga que venir, vendrá de forma irremediable.
Hoy, que llevo por este mundo traidor, sesenta años deambulando, recuerdo tan solo una parte de todo lo acontecido. Son las cosas de la memoria selectiva, que por suerte tan solo se queda con los buenos momentos, por otro lado te vas encontrando cicatrices, esas protuberancias que hay repartidas por tu cuerpo y alma, que son señales de accidentes que en su día dolieron e incluso sangraron, pero que ahora solo son silenciosos testigos de los errores/horrores del pasado que ya sanaron, que ya pasaron. La vida sigue y cada vez es más pesada, por eso es bueno y necesario ir soltando lastre, por ejemplo el rencor, ese saco inútil que solo acumula mierda, una mierda viscosa que te envuelve y te paraliza, bueno, que os voy a contar, todos hemos sufrido  o seguís sufriendo de ese mal y la felicidad depende, entre otras cosas de librarse de él.
Nacer en el siglo pasado, como es mi caso en 1960 era algo normal, hoy es bastante complicado, al menos en esta sociedad que se considera civilizada y camina obsesionada hacia la perfección, menos mal que no lo conseguirán. Imagináis un mundo perfecto, sin equivocaciones, sin malvados a los que  condenar para liberar nuestras propias maldades, debe ser tan aburrido como asqueroso. Con el tiempo, que no la experiencia, otra cosa inútil que solo sirve para transmitir y que nadie quiere tomar, pienso, acción también inútil, ¡pero que coño, esta me gusta!, que lo realmente difícil e ideal en esta vida, es conseguir el equilibrio, sí, el equilibrio. Al nacer ya empezamos a buscarlo para comenzar a caminar, después la bici (yo no sé ir en bici, así que consejos vendo y…), luego viene el amor, os acordáis de Machín, ”como se puede querer dos mujeres a la vez y no estar loco”, la familia con el trabajo, la familia con el trabajo y el ocio, todo con  la intimidad perdida, tu, lo que te rodea, tu, tu, tu, (quedamos que no se busca la perfección, que es mejor el equilibrio), siiii, pero es tan difícil. Efectivamente es difícil, imaginaros que tropiezo y estoy a punto de caer, pero viene un alma piadosa y me sujeta para que no dé con mi oronda humanidad en el suelo, pero como peso mucho lo arrastro y mientras, se interpone un tipo fortachón que nos aguanta a los dos, cuando comienza zozobrar, un par de críos divertidos se ponen debajo para hacer piña y así sucesivamente, sin fin, todos se apoyan entre si para no caer, sin más, sin querer subir al cielo, sin pretender dar la vuelta al mundo, simplemente sujetarnos unos a otros para que no caiga nadie, sería agradable y hermoso y supongo que no muy difícil, pero no nos engañemos, si  buscar el equilibrio individualmente es complicado, imaginaros en grupo.
Dejémonos de utopías, el 20 de Julio de 1960 me dieron el billete de vida y apáñatelas como puedas, y empiezas a vivir, mejor que peor, este es mi caso, pero deprisa, tan deprisa que cuando llega el día de hoy te das cuenta que el billete es de ida y vuelta, que cuando acabe el viaje te puedes llevar exactamente lo mismo que traías ese 20 de Julio de 1960 y que en condiciones normales hace ya más de quince años que el viaje está volviendo al punto de partida. Toca ralentizar, ir más despacio, transformar pasión en comprensión, regalar prisas y acumular paciencia, consumir menos y disfrutar más, ahorrarse discursos, no porque no te entiendan, sino porque no les interesa lo que dices, observar y sonreír.
 Algunos trenes pasaron de largo, otros hubiera sido mejor no cogerlos, los trenes no pasan de moda, pero las malditas prisas nos hacen perdernos el paisaje, quedaría departir con quien compartes vagón, pero están poseídos, ensimismados, ajenos a su entorno, como dije antes mejor ahorrar en discursos y digo discursos porque la conversación hace mucho que se extinguió, eso, mejor observar y sonreír. Buscar el camino llano, los esfuerzos ya están hechos, falta dejar pasar un lustro y si los canallas no lo impiden, recoger el fruto de la siembra pactada, cinco años muy lentos, paciencia, esperanza, refugiarse en un paradigma y tratar de tener otra actitud tan difícil como el equilibrio, tratar de tener cuidado, cuidado universal, con uno mismo y con todo lo que te rodea, el cuidado aporta el beneficio de la no destrucción, eso no impide la lógica degradación, pero si la ralentiza de un modo natural. Cuando todo se cuestiona, es difícil comenzar, sin base no hay construcción, es por ello que aceptar un paradigma es un modo de iniciar una ruta de vuelta donde poder aplicar todo aquello que los que están de ida desprecian con su desinterés, las prisas que siempre causan más perdidas que beneficios, esos pequeños beneficios que conllevan pérdidas irrecuperables. Equilibrio, cuidado,  la utilidad de este leve esfuerzo  seguramente no dará fruto a tiempo para que un servidor lo pruebe, pero hay que intentarlo, por si alguien desea coger el relevo, aunque aún queda tiempo, espero que no deseo, sobre todo si es un mal tiempo, no sé, ya se verá.