Estos días
de descanso, merecido descanso, ¡qué bien vienen en ocasiones las frases
hechas!, han servido para reencontrarme con gentes, lugares, sabores y hasta
conmigo mismo. Empecé buscando alojamiento cerca de mi querido Tremp, saltando
de valle en valle recale en las puertas del aragonés valle de Ordesa,
concretamente en la localidad de Fiscal, lugar con un nombre apropiado que en
estos tiempos invita al descanso, la despreocupación y la falta de presión, así
“trabajan” hoy en día los fiscales, sobre todo en según qué ámbitos.
Mi
primera parada fue en el restaurante “El
Plano”, tras 9 años sin vernos, los abrazos y el cariño de la estupenda
familia que regenta el local nos acercó a aquellos años pasados en que reinaba
la alegría. La comida como siempre generosa en calidad y cantidad, lo de la
cantidad es un pecado, pues te obliga, yo prefiero cantidades menos generosas y
dar la opción de tomar un poco más si te apetece y dentro de un orden. Nos comentaron
que como toda la buena gente han sufrido estos últimos años, pero emulando a
los eternos Galos Asterix y Obelix han resistido gracias al buen hacer y a una
cosa que es innata en esta región, la nobleza, esa poción mágica aragonesa que
solo han perdido algunos que se contaminaron al viajar a la capital.
Llegando
a Fiscal, nos sorprende el frio de agosto, ya casi olvidado, con que nos regala
la cumbre del monte Perdido, cena en Broto y refugio de vuelta a Fiscal con
colcha incluida. Por la mañana “India” se baña en las heladas aguas del Ara, yo
no, los años no pasan en balde. Llamo por enésima vez a casa Paco de Bielsa, no
contestan, ¡qué lástima!, cambio de dirección e intento reservar mesa para
comer en “La Choca”, me
contesta de forma lánguida, “hace dos años que no abrimos a mediodía”, ¡puta
crisis!, como lo lamento. Bajo a Barbastro, pienso en “LA PARROQUIA” y quedo
con Leonor Lalanne para proponerle
que mis parroquianos puedan degustar su vino, la última semana de agosto recibo
el primer pedido, además me llevo su primer libro dedicado, surge una chispa,
pondré en mi pequeño local una vitrina con libros relacionados con la
gastronomía para que el parroquiano pueda disfrutar un poquito más. Doy una
vuelta por la feria medieval, me encuentro con un puesto de chacina de Soria, concretamente
de Olvega, pruebo, sabroso, hablamos, en septiembre me visitará el proveedor
seguro que hacemos buenas migas. De regreso paro en Naval, compro
cacharros de barro, el invierno llegará y las sopas saben mejor servidas en
barro artesano.
Muy a
mi pesar hay que regresar, “India” reclama el último baño, ¡que narices! Le hecho
redaños y le acompaño,¡¡ helada!!, pero salgo reconfortado, afloran los
recuerdos, entonces me sumergía en el Bellos, ahora es el Ara. Paro en Ainsa,
ristra de ajos, embutidos de La Puebla de Castro y unos cuantos cantos rodados
del Cinca para complementar el jardín que estamos remodelando frente a “LA
PARROQUIA”.
Una semana
de retoques, relajación, relajación, relajación… me come el tiempo, mis
parroquianos más pesados llegan de vacaciones, me devuelven a la realidad, me
traen magia del norte, morcilla de puerro, chistorra insuperable, mandrágora
alucinógena, ¡despierta que el lunes hay que abrir!, ¡que cabrones!, el
reencuentro y que no falte, nuevos tiempos, nuevos días, nuevas ilusiones…