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jueves, 30 de marzo de 2017


SOCRATES, LA MOSCA COJONERA.

De no ser por Platón y otros discípulos de Sócrates poco sabríamos de él, era analfabeto, algo que no priva de sabiduría, “solo sé que no se nada”, “la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”. Su modus vivendi, exento de lujo y ostentación, no hacía mas que reafirmar su inteligencia, mantenía su libertad no dejando que le coartara un lujo vanal. Antifon llegó a decir de Sócrates “ningún esclavo desearía ser tratado como él se trataba a sí mismo”, no entendía que la mayor riqueza es la libertad de pensamiento, las dudas y las constantes cuestiones.

Eso llevó a Sócrates a la muerte, una muerte que pareció impuesta, pero que no fue mas que el colofón de una vida rica y consecuente. Podríamos decir que a Sócrates lo mató la democracia, no sería cierto, Sócrates murió en una democracia que cuestionó tanto como cuestionaba y denunciaba a sus discípulos, grandes oligarcas, como Critias.

Sócrates fue condenado a beber una copa de cicuta, acusado de despreciar a los dioses del estado e introducir nuevas deidades y de corromper la moral de la juventud, alejándola de los principios de la democracia. Aristófones en su comedia “la nubes” ironizó sobre Sócrates representándolo como dueño de una “tienda de ideas” en la que enseñaba a los jóvenes a hacer que la peor razón apareciera como la razón mejor, pero, ¿Quién posee la razón? Sócrates pudo eludir la pena de muerte, huyendo, pero rehusó salir impune cumpliendo con la ley, una ley que mataba a un hombre consecuente, el propio Sócrates ofreció la oportunidad de conmutar la pena de muerte por el pago de una pequeña multa, dado el escaso valor que tenía para el Estado un filósofo como él.

Viendo la “evolución democrática”, solo me queda decir, preparen cicuta, o no, ahora somos tan dóciles y tan preparadamente vacuos que probablemente nos llegue una muerte “natural” por inanición. Prefiero a Sócrates.

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