El
pasado miércoles me pesaron, todos me decían lo delgado que me estaba quedando,
mentira, lo cierto es que estoy menos rollizo. Cuando antaño mis allegados me
comentaban que tenía que adelgazar, mi respuesta era clara y contundente “el
día que me veáis más delgado será por causa de una enfermedad”, estaba en lo
cierto, en tres meses 20 kilos menos y eso que la enfermedad es mental y no
física, no tiene mucha lógica pues yo siempre he sido un poco locuelo, ahora,
soy un majara que pierde peso a pasos agigantados.
No sé
si celebrarlo o preocuparme, dentro de lo que cabe me encuentro bien, si
exceptuamos mi dificultad en concentrarme que me lleva a un despiste
superlativo, antes mis despistes eran ligeros y en ocasiones intencionados,
ahora me es difícil controlarlos, me cabreo y me rio, pero no me acostumbro.
Voy lento pero inseguro, tengo problemas de equilibrio, no me extraña pues mi
columna y mis piernas echan de menos mi oronda panza y mi graciosa papada que
ya empieza a dejar ver que tengo cuello; por otro lado me es mucho más fácil
recoger las defecaciones de “India” en la calle, puedo volver a calzar unos
elegantes zapatos con cordones y reestrenar vestuario de hace 25 años —en casa no tiramos nada— pues los pantalones que usaba
me dejan con el culo al aire, los guardaremos, ya que en casa no tiramos nada,
por si hay ocasión de retomar ese vestuario de enormes dimensiones que yo
siempre he definido como vestuario para hombres, pues no son abundantes las
tiendas que vendan ciertas tallas, ya lo cuenta el dicho,” ancho de espalda,
estrecho de culo, maricón seguro”. Posiblemente marque tendencia y resucite la
moda “retro”, cuando llegue la primavera y pueda enfundarme mi polito Fred
Perry, antes los pijos no lucíamos Lacoste que eran para los quiero y no puedo,
es curiosa mi evolución de plusmarquista a anti marquista, cosas que tiene la
vida.
De
todos modos no se siento muy ligero, seguro que es causa de que mi guardia de
corps no me deja ni a sol ni a sombra, me acompaña un peso que me lastra, les
he metido en un sin vivir imperdonable, los contemplo con cariño y pena a la
vez. El día a día nos obliga a no pensar demasiado en el pasado y pelear por el
presente con la esperanza de vivir un futuro más agradable; seguro que con el
tiempo podré, poco a poco, ir soltando ese lastre, pero por ahora mis brazos no
tienen fuerza para rebasar la borda.
Bueno
por lo pronto no hay mal que por bien no venga, he bajado de los 100 kilos,
cosa que no ocurría desde hace 25 años, pienso que sí, hay que celebrarlo, pero
mi entorno más próximo se empeña en retrasar el proceder a degustar un buen
Botillo y ahora yo solo no puedo, ni quiero, ni me atrevo, estas cosas se hacen
en buena compañía. Espero que se animen pronto para ponerme manos a la obra.
Qué lástima
no
sentirme más ligero.