Si hay un cuento que siempre me ha
exasperado, ese es el de “Alicia en el País de las maravillas”. Ahora, sin
buscarlo, me encuentro sumergido en él, parezco el conejo obsesionado con el
tiempo, “llego tarde, llego tarde”, las horas pasan que se las pelan y mi
capacidad de rendimiento es nimia, o eso me parece, en ocasiones me introduzco
en el personaje de la Reina de corazones y me auto condeno, ¡que me corten la
cabeza!
La suerte, es que pese a esta inquietud, me
lo paso bastante bien, veo progresos, recojo iniciativas y a la vez me surgen
ideas que agradan a la mayoría, mi negocio acaba de empezar y aun no sé si es
negocio, pero lo cierto es que me agobio a la vez que me divierto, parece un
contrasentido, pero empiezo a entender ese cuento que tan estúpido me parecía.
Estamos metidos con la nueva carta,
discutimos bastante sobre los precios, más que discutir lo que en realidad nos
pasa es que pretendemos ajustarlos, queremos ganar dinero, no abusar del
cliente, y estamos dando con la clave, que es que el proveedor no abuse de
nosotros, equilibrar calidad precio, buen rollo, atención y dialogo con el
parroquiano con el fin de adecuarse a los gustos de cada cual, parece difícil pero
la gente se autoselecciona y aprecia el buen trato.
Bueno, lo siento pero os tengo que dejar,
llego tarde, llego tarde...
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