Hoy me
he despedido definitivamente de mi furgoneta,
son casi 17 años de servicios prestados, no cambio por capricho, es que mi
”fragoneta” como cariñosamente la llamábamos, ha muerto.
Sin
previo aviso, podemos decir que de un infarto mecánico, jamás te olvidaré,
cuantos servicios prestados, cuantas horas compartidas, cuantos viajes y
aventuras, cuanto trabajo. Acogías sin problemas a niños y ancianos, nos
llevaste por toda España y parte del extranjero; los partidos de futbol
trasladando material y jugadores, los días de trabajo campestre transportando
almendras, olivas, gallinas… los días laborable-festivos, trasladando carteles
y kilos de papel con ilusión y alegría, cuando se desvaneció esa ilusión y
alegría ya llegamos a un acuerdo tácito para dejar de trasladar tanto papel que
ambos sabíamos que acabaría en papel mojado. Cuantos traslados, cuantos favores
de ida y vuelta y a fondo perdido, cuantos perros que te ponían perdida de
pelos, cuanto cariño y respeto de tanta gente, la abuela Carmen por ejemplo,
cuando deliraba durante su agonía te tuvo presente, me decía “cojamos la
furgoneta y vámonos de aquí”, no pudo ser, partió sola y su último viaje fue en
un coche de lujo, ironías de la vida, seguro que preferiría realizar ese último
servicio en “su” furgoneta. Exhalaste el 9 de junio, el abuelo cinco días más
tarde, ¿casualidad?, no sé, pero que cosas tiene la muerte.
Te he
sacado todo el jugo, hoy he encargado que te extrajeran toda la sangre para
hacer una transfusión al vehículo nuevo, el resto de piezas acabarán en el
desguace y al igual que los humanos decentes, seguro que servirán para alargar
la vida de tus coetáneas, pero en esta ocasión harán negocio, maldito parné.
Tras 22 años con Nissan, vuelvo al redil de Citröen, no por capricho, solo por
la ineficiencia de algunos que se
denominan vendedores, en Citröen encontré a un buen vendedor y nos entendimos
rápidamente, se llevó el gato al agua.
Adiós
querida Vanette, no te olvidaremos. Requiem in cantim pace.
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