Con el
devenir de los años, veo pasar ante mí gentes que intentan de modo intencionado
o no (tristemente) ser más bordes que yo. Aún no he hallado ser que consiga
superarme en tan ardua lid, pese a que son multitud quienes intentan sin éxito
aproximarse a mi alto nivel de bordería, incluso algunos, molestos por mi eminente indiferencia para con ellos, tratan de
hacerse notar mostrando enfáticamente su nefasta educación, provocando de este
modo una enorme hilaridad en mi estado
anímico, que no sé por qué, irrita tanto a esos necios personajes.
Para
ser un gran borde no es intrínseco ser idiota, ambas cosas lejos de
complementarse se contraponen y curiosamente el idiota se siente herido por el
borde e intenta, sin ninguna posibilidad de éxito, imitarle. El borde requiere
unas bases mínimas de preparación, pedantería, control escénico y esa alta
insuficiencia intelectual que distingue al sexo masculino y permite sin
discusión el claro dominio de la mujer sobre el hombre. Una mujer lo tiene muy difícil
para ser borde, su innata tendencia hacia la histeria es una traba prácticamente
insuperable, algo parecido ocurre con los respetables homosexuales, que al
intentar ser mujeres sin conseguirlo, por razones obvias, sustituyen en su parodia
el histerismo por histrionismo con lo que le dan a la situación una patética
comicidad, de alta teatralidad pero sin ningún tipo del control escénico antes
mencionado.
Es
curioso que los bordes, lejos de ser ignorados, seamos tan molestos como
tenidos en cuenta. Sin quererlo, sufrimos la relevancia que nos da esa gran
pandemia social que es la envidia, pues en realidad, la crítica y el rechazo no
es más que la impotencia de asemejarse a ese personaje que te tiene atrapado hasta
tal punto que no puedes dejar de pensar aquello
de “¡Dios mío, pero como se puede llegar a ser tan borde!”. Es un
reproche o es un deseo, pues eso, cultívate, abónate, crécete y puede que algún
día consigas llegar a ser un borde magistral.
(Dedicado
al inigualable Cristiano Ronaldo).
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