Ayer
tuve el placer de asistir a la comida que organizó, de forma esplendida por
cierto, la esposa de mi amiguete Eugenio para conmemorar su reciente
jubilación, la describo como fiesta magistral por que fue una lección por parte
de todos sus asistentes.
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Creatividad de Julio Melendo |
Pese a
que el lugar escogido era como diría el viejo cronista un marco incomparable,
la celebración discurrió en la Finca Mas Solers lugar
emblemático, que goza de un entorno, gastronomía y servicio impecables, me
atrevería a decir que fue tan solo la guinda de un pastel lleno de dulzura,
allí nos reunimos viejos compañeros, clientes de toda la vida, el primer jefe
que supo ser un amiguete más y claro está la familia. A estos eventos se
acostumbra a asistir por falso compromiso, sin embargo ayer todos sus actores
destilábamos sinceridad y me atrevería a decir que estábamos por un verdadero compromiso, por una obligación
contraída con una persona a la que se aprecia y admira por su buena trayectoria,
tuve ocasión de departir con antiguos clientes sobre el tema del día, el
homenajeado, siendo la opinión aunque con matices unánime y se notaba, estas
cosas se notan, que las opiniones no eran aparentes, los empresarios allí
presentes lejos de ser figurones, son trabajadores forjados a sí mismos y como
grandes conocedores del esfuerzo, saben apreciar y reconocer el trabajo y
esfuerzo ajeno.
Supongo
que Eugenio con el fragor de la batalla diaria no podía apreciar todo ese
activo que tiene a su disposición, ahora ya puede estar seguro y vivir a diario
ese abundante cariño que tiene la suerte de disfrutar de primera mano con su
familia que es el amor más cercano y aunque parezca mentira el más difícil,
cuídalo porque no tiene precio, lo digo por experiencia ya que yo lo disfruto a
diario y lo cuido a medias. Me quedo con que aunque no comimos perdices tenemos
base para seguir siendo felices.
Me alegro de que todo discurriera de manera tan maravillosa. Qué pena habérmelo perdido.
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