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domingo, 15 de diciembre de 2013

AL TRABAJO CON ALEGRIA


Esta es una frase que mi apreciado Arguiñano saca a menudo a relucir, está cargado de razón, ya llevo más de un mes con mi barecito y pese a que el sábado acabo agotado hoy domingo me he levantado a las 11:30 ya nos estamos planteado abrir también los domingos por la mañana.
Otra frase muy manida es, “el bar es un trabajo muy esclavo”, es cierto pero en mi caso es una esclavitud voluntaria y satisfactoria. Atiendes gente variopinta, familias, parejitas, grupos de jóvenes deportistas, solitarios de diferentes conductas, están los monotemáticos que siempre te suelta el mismo royo; los genios que son tipos formados y educados de conversación breve y concisa, que vienen con agrado y se despiden con un “muchas gracias y hasta mañana”; los pasados de rosca que lógicamente son invitados a salir y no volver hasta que no mejore su conducta; los sucios/as que todo lo tiran al suelo, papeles, limones, restos de comida… se les va educando recogiendo lo que tiran delante de sus narices y con una mirada entre inquisidora y rogativa. Esta variedad de personal te exige cintura y la posibilidad hacer mejorar conductas o simplemente que se autoseleccione el personal que utilice nuestros servicios.
Otra faceta reside en la orientación, esto no es más que una técnica de venta. Cuando presentas la lista de tapas o bocadillos y el cliente empieza a darle vueltas, es el momento de la sugerencia, ayer fue el día del bocadillo de panceta con alioli, todo un éxito, muchos aceptaron la propuesta, incluso un niño de unos doce años se apuntó al carro frete a las dudas de su padre, no fallé con nadie, todos salieron contentos y el niño tan encantado como su padre sorprendido —su falta de valentía le llevó a comerse un triste bocadillo de lomo—. También estoy promocionando  la longaniza seca del Berguedá, el cliente suele pedir fuet, yo amablemente le sugiero la longaniza mostrándole el producto, nadie duda y todos aceptan la sugerencia, por el momento el único que le sacó pegas es mi amiguete Eugenio, pero si su padre le llamaba “el exquisito”, es jugar en la división de honor de paladares y eso para un principiante es complicado.
Hoy estoy cansado pero contento, mis infatigables colaboradores me animan cada día más, así que me despediré como uno de mis habituales, que englobo en el grupo de los clientes pesados, “mañana más y mejor”.

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