Esta es
una frase que mi apreciado Arguiñano saca a menudo a relucir, está cargado de
razón, ya llevo más de un mes con mi barecito y pese a que el sábado acabo
agotado —hoy domingo me he levantado a
las 11:30— ya nos estamos planteado abrir también
los domingos por la mañana.
Otra
frase muy manida es, “el bar es un trabajo muy esclavo”, es cierto pero en mi
caso es una esclavitud voluntaria y satisfactoria. Atiendes gente variopinta,
familias, parejitas, grupos de jóvenes deportistas, solitarios de diferentes
conductas, están los monotemáticos que siempre te suelta el mismo royo; los
genios que son tipos formados y educados de conversación breve y concisa, que
vienen con agrado y se despiden con un “muchas gracias y hasta mañana”; los
pasados de rosca que lógicamente son invitados a salir y no volver hasta que no
mejore su conducta; los sucios/as que todo lo tiran al suelo, papeles, limones,
restos de comida… se les va educando recogiendo lo que tiran delante de sus
narices y con una mirada entre inquisidora y rogativa. Esta variedad de
personal te exige cintura y la posibilidad hacer mejorar conductas o
simplemente que se autoseleccione el personal que utilice nuestros servicios.
Otra
faceta reside en la orientación, esto no es más que una técnica de venta.
Cuando presentas la lista de tapas o bocadillos y el cliente empieza a darle
vueltas, es el momento de la sugerencia, ayer fue el día del bocadillo de
panceta con alioli, todo un éxito, muchos aceptaron la propuesta, incluso un
niño de unos doce años se apuntó al carro frete a las dudas de su padre, no
fallé con nadie, todos salieron contentos y el niño tan encantado como su padre
sorprendido —su falta de
valentía le llevó a comerse un triste bocadillo de lomo—. También estoy
promocionando la longaniza seca del Berguedá, el cliente
suele pedir fuet, yo amablemente le sugiero la longaniza mostrándole el
producto, nadie duda y todos aceptan la sugerencia, por el momento el único que
le sacó pegas es mi amiguete Eugenio, pero si su padre le llamaba “el exquisito”,
es jugar en la división de honor de paladares y eso para un principiante es
complicado.
Hoy
estoy cansado pero contento, mis infatigables colaboradores me animan cada día
más, así que me despediré como uno de mis habituales, que englobo en el grupo
de los clientes pesados, “mañana más y mejor”.
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