Ayer rompiendo
la rutina de mis noches de viernes no salí a cenar fuera, la parienta se marcó
una cenita casera a base navajas, almejas, mejillones y calamares que entró la
mar de bien acompañada de unas copitas de vino fino. Después la programación televisiva
me llevó hasta el ordenador y me repuse “Misericordia” de Benito
Pérez Galdós.
Dar un
repaso al realismo de finales del XIX fue un tanto escalofriante, en el
transcurso del tiempo solo hemos sido capaces de cambiar la envoltura, pero el
fondo sigue siendo el mismo, avanzar para volver al mismo sitio quemando, en
vez de aprovechando, experiencias y oportunidades, es un círculo cerrado un tanto
absurdo, el personaje de Benina es, por desgracia, del que se aprovecha este
mundo para no cambiar, la bondad, la buena voluntad no puntúa, penaliza, aunque
es vital para que la vida siga, igual, pero siga. Tras consultar con la
almohada mi primera conclusión es que tengo que potenciar mi egoísmo, ocurre
que no es la primera vez que alcanzo tal deducción y sin darme cuenta se diluye
cual azucarillo en limonada, creo que la razón es que los desgraciados, los
verdaderamente desgraciados, jamás solicitarán nada de mí ya que directamente
se apropian de aquello que les va a satisfacer y claro, así no hay manera.
Tienes muchísima razón en lo que dices. Lo mejor es pensar en ese pedazo de cena que tomaste ayer. Que rico todo.
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