Comienzo
a preocuparme, preocuparme de forma seria, estrictamente seria, tiendo a
desdramatizar y buscar la válvula de la intrascendencia de las cosas con la
finalidad de abrirla, liberando esa presión que en la mayoría de ocasiones nos
obcecamos en autoimponernos, en los últimos días no he sido capaz de encontrar
motivo de chascarrillo, ¿me estaré volviendo serio?, ¡qué horror!
La fuga
de cerebros, como la de ese pedante que se cree entrenador también en Londres y
el yerno real que vigila de cerca el capital de la familia, o su confinamiento,
como es el caso del financiero mágico del PP, limitan los apuntes burlescos. Los
acontecimientos que se han sucedido durante los últimos días no ofrecen ningún
resquicio para la sorna, el último, los enésimos y tristes hechos de Lampedusa,
señalados por el Papa Francisco que está inmerso en una espiral de
declaraciones públicas que dudo favorezcan sus intenciones de limpiar el poder Vaticano,
estos golpes verbales solo despiertan las conciencias de los pocos que aun
conservamos tal propiedad espiritual, por el contrario pone en guardia a los
corruptos.
Entre
los nubarrones se asoma un rayito de sol, Carlos Fabra, ese valenciano con
pinta de siciliano que al igual que su tótem, el milanese Silvio, parece intocable, todo apunta a que saldrá bien
parado ya que es un tío con suerte, al que le toca la lotería sin necesidad de
comprar ningún décimo, al menos antes del sorteo.
Otoño
tiende a ser una estación lánguida, pero hay que vencer esa tendencia, motivos
hay, pues como señala reiterativamente mi admirado Karlos Arguiñano, es época
en la que se abre la castaña y crece el nabo, nos prepararemos para echarnos al
monte a buscar castañas, de forma furtiva, pues todas las castañas tienen dueña
y algunas incluso dueño, pero ¿Quién puede poner puertas al campo?, un pequeño
hurto no es tan grave ¿verdad Fabra?, correremos el riesgo y si no, siempre nos
quedará comprar un cucurucho a una castañera, pero ese sencillo acto merece una
entrada en exclusiva, voy a darle una vuelta, la perspectiva me hace sonreír,
¡fuera los días chungos!
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