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viernes, 25 de octubre de 2013

LA FIESTA DEL CINE


Esta semana se ha celebrado la “fiesta del cine”, la iniciativa de vender entradas a precios “populares” 2,9 € — casi 500 pesetas de antaño, billete azul de Rosalía de Castro, Mariano Benlliure, Jacinto Verdaguer, Ignacio Zuloaga, o potente moneda con tres caras, anverso con las faces de Juan Carlos y Sofía y reverso con el escudo español y lo único interesante, el valor facial — esta rebaja sustancial en el precio, ha generado una avalancha de público dispuesta a rascarse el bolsillo para ver una película.
Hace poco más de tres años que no entro en una sala de cine, fue en Pamplona. Entre quedarme solo en la habitación del hotel zapeando insulsos canales de televisión o dirigirme a la esquina de al lado, para ver “El Gran Vázquez”, protagonizada por Santiago Segura, preferí acercarme al cine, pagar la entrada y compartir la sesión. Compartí poco, pues solo me acompañaba el acomodador y supongo que el proyectista, si es que esta figura aún existe, puede que como todo se automatiza esa función ya no requiera de habilidades humanas. La sensación de soledad resultó angustiosa, pese a que la película, sin ser gran cosa, me resultó entretenida. La crítica hablaba de que Manuel Vázquez era dibujante de “comic”, en esa época a mis padres siempre les pedía un tebeo, pues un “comic” en mi Barcelona natal era un actor de teatro o varietés, que por cierto amenizaban las sesiones matinales de cine y todo por un precio realmente popular, claro las salas se llenaban.
Estos días las salas también se han llenado, surgiendo el debate de si el precio por ver una película es abusivo y que si productores, distribuidores y exhibidores deberían reflexionar sobre sus márgenes comerciales y de paso joder, o no, al gobierno menguando la recaudación de IVA. Pienso que el precio influye, pero no tanto, esta avalancha está influida por la oferta de tres días, si el precio inferior se convirtiera en habitual, la gente posiblemente acudiría con mayor frecuencia al cine, pero no en la proporción de estos días especiales. El mayor problema está en las necesidades creadas, hoy ir al cine conlleva necesariamente seguir con una merienda, cena o copa, como mínimo consumir palomitas y refresco. En los tiempos del tebeo bastaba con ir al cine y las palomitas casi siempre venían en una bolsa hechas en casa, para ver la película había que ir al cine o ir al cine, hoy disponemos de internet o si somos pacientes, podemos ver los estrenos por televisión sin necesidad de que pasen generaciones como antaño. El precio tiene su importancia, pero el valor depende de nosotros y un carcamal como yo, disfruta con muchas películas del siglo XX y las valora porque no tienen precio.

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