Cuánto
daño nos ha hecho pasar del chato de vino a la visita al psicólogo, antes se
salía del desánimo tomando un vino en la taberna y haciendo catarsis
conversando con el tabernero y otros clientes, se alentaba al niño a estudiar
con algún castigo acompañado de algún pescozón, hoy al desánimo se le denomina depresión
y se “afronta” visitando al psicólogo.
El psicólogo
actúa como tabernero, con la diferencia de que en vez de servirte un chato de
vino o un zurito de cerveza, te surte de química psicotrópica que proporciona
unos efectos secundarios mucho más nocivos que los causados por los excesos
etílicos, para muestra un botón, nuestros presidentes de gobierno, primero fue José
Luís que arqueando sus peculiares cejas aseguraba ver surgir brotes verdes en
lo que en realidad era un secarral totalmente yermo, ahora es Mariano quien
asegura ver una luz esperanzadora al final del túnel, posiblemente a Mariano
las pastillitas le afecten algo menos, efectivamente ve luces a lo lejos en ese
túnel en que estamos metidos, esas luces son las de la velita que luce en los cascos
de los sufridos ciudadanos que siguen picando piedra para ver si consiguen
forzar una salida, Mariano lo ve de lejos, muy lejos, no tiene ningún pico en
la mano y por supuesto no está dispuesto a arrimarse y ofrecer su esfuerzo y
claro, confunde las cosas.
Mientras
los brasileños andan cabreados ya que su gobierno invierte más en
organizaciones lúdico-deportivas que en la propia ciudadanía, pienso que lo que
realmente les cabrea es que España les ha robado el “jogo bonito”, el mundo
está cabreado hay manifestaciones reivindicativas por doquier, solo quedan minúsculos
remansos de paz allí donde jamás tuvieron nada ya que nada han perdido,
curiosamente en esos lugares los psicólogos no existen, no sufren de efectos
secundarios pues siempre han vivido cuidando los bienes primarios, los que
convertimos los bienes en males primarios ahora sufrimos las consecuencias y además
con efectos secundarios.
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