Ayer
disfruté de un momento mágico desde el retrete de mi casa, entre los meses de
Junio y Agosto el ayuntamiento de Barcelona tiene a bien regalar a los
ciudadanos con una serie de conciertos
vespertinos que se celebran en los diferentes parques públicos de la
ciudad, ayer tocó en el parque de la Guineueta.
Tengo el privilegio de vivir justo frente al parque, el piso en la novena
planta es totalmente exterior y las habitaciones de los vástagos dan justo
frente a la glorieta, que al ser rectangular y descubierta es más bien un
estrado, donde se sitúan los músicos, si bien visualmente son las estancias
mejor ubicadas hay que reconocer que donde la acústica es insuperable es en el
retrete, de este modo procedí a las ocho en punto a abrir la ventana de par en
par, cerrar la tapa del amigo Roca y sentarme en tan habitual trono para
disfrutar de una hora colmada de concierto de banda, escuchando entre otras las
siguientes piezas del programa:
Rosamunda,
obertura, Franz Schubert
Suite
arábiga, Rafael Talens
Marxa
catalana, Joan Lamote De Grignon
El niño
judío, selección, Pablo Luna
La del
Manojo de Rosas, selección, Pablo Sorozábal
Coincidiréis
conmigo que el escusado es la pieza más íntima y apacible de la casa, en mi
caso además goza de una acústica que ya quisieran para sí algunos auditorios,
siempre he tenido en mente instalar en dicha estancia un buen reproductor
musical, revistero y mueble bar, ayer el concierto de banda confirmó que mi
idea no es nada descabellada, claro que los instrumentos eran totalmente
adecuados, una banda utiliza primordialmente percusión, viento madera y viento
metal, al sentarse a diario en la sufrida taza es habitual hacer “música”, en
este caso de viento pandero, que produce un sonido de clara percusión en
solitario o encadenada, dependiendo del
aire intestinal y del arte del pedorrero. Definitivamente corroboro que en casa
tengo un retrete que lejos de ser una mierda, es para cagarse.
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