De un
tiempo a esta parte se viene introduciendo en nuestra fiesta tradicional de Todos
los Santos formas de celebración importadas de otras culturas que si bien
tienen un punto en común, recordar a los difuntos, son diametralmente opuestas en
cuanto a estética y trasfondo, me refiero claro está al divertido y a la vez
insulso Halloween.
Halloween
es como una fiesta de disfraces enfocada a quitar transcendencia a la muerte y reírse
un rato dando cuatro sustos demostrando que a quien realmente tenemos que temer
es a los vivos, en definitiva es una forma de celebración más pragmática que
reflexiva. La festividad de Todos los Santos tiene un origen religioso y
fomenta el recuerdo respetuoso a los difuntos mediante la oración visitando y adecentando
sus tumbas, fomentando la reunión familiar y derivando en la degustación de
típicos dulces, boniatos y castañas asadas acompañado con algún vino dulce.
Personalmente
y teniendo en cuenta que mi cultura de origen tira hacia la fiesta religiosa,
me quedaría con un sincretismo de ambas formas de celebración que por otra
parte existe y se practica en Méjico bajo la denominación de el Día de Muertos,
aquí el Día de Difuntos, denominación mucho más correcta ya que no todos los
difuntos son Santos ni merecen ser recordados con respeto, los mejicanos también
toman dulces pero como remate de un copioso ágape, pues ¡que viva Méjico!, me
quedo con ello Halloween me parece una castaña.