Ayer fue
un día duro, levantarse con la noticia de la muerte de las tres jóvenes en el Arena de
Madrid en una festividad dedicada al recuerdo hacia los difuntos, aumentó
la congoja de un luto permanente que me acompaña hace unos años. Lo primero,
compartir el profundo dolor de las familias y allegados a las víctimas y no es
un brindis al sol, es de todo corazón ya que años atras sufrí la pérdida de un familiar el día que cumplía
18 años y aseguro que es un duelo traumático e insuperable, es un lastre que te
acompaña de por vida; por otro lado soy padre de dos vástagos en plena edad de realizar locuras de juventud y no sería
justo si coartara su derecho a disfrutar esos momentos irrepetibles que yo ya tengo consumidos y que
recuerdo mayoritariamente de forma grata, mi deber ahora está en advertir y prevenir
dentro de mis posibilidades, con contención ya que la persistencia y el
machaqueo lo pone mamá, mamá es mamá y sufre por ella y piensa que por mí, la
realidad es que su sufrimiento aumenta el mío que a su vez trato de disimular
para no acentuar el suyo, complicado pero cierto.
Los jóvenes
tienen derecho a disfrutar del presente, podemos pedirles moderación pero es prácticamente
imposible conseguirlo, teniendo esta certeza solo queda confiar en la
responsabilidad de quienes organicen eventos para la juventud, o bien tener fe
en el factor suerte, esta fe disminuye sensiblemente cuando existe la masificación,
la triste realidad es que es complicado
que nadie ponga veto a esta clase de fiestas, solo queda la esperanza de que la
perdida de estos tesoros, de estas chicas en plena juventud, guíen a sus coetáneos a tener mejor criterio a la hora de elegir
como disfrutar de la vida.
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