Vivimos
un momento donde “disfrutamos” de un exceso de oferta televisiva, yo provengo
de los tiempos de canal único que posteriormente se convirtió en bicéfalo con
la UHF, lo recuerdo con bastante agrado emitían programas de calidad y
contenido de un nivel muy aceptable, en cuanto a informativos en aquellos años
me importaban un pimiento y en la actualidad que ya me interesan algo más
consiguen que a pesar de tanta oferta busque la información en otros medios.
Caricatura obtenida del www.clubpositivo.com de Carlos Devis |
Existen,
no programas, sino canales que para mí son ininteligibles, pero analizando el
entorno social se comprende a la perfección su funcionamiento incluso me atrevo
a decir que hay que agradecer su existencia, ya que mantienen enganchados a una
amplia franja de la población que vete tú a saber que barbaridades harían
durante todas esas horas que dedican en consumir tan vacuos contenidos. No me
considero mejor ni peor que nadie, pero me gusta analizar las cosas para saber dónde
estoy y tratar de no dar el cante, por eso y a pesar de todo veo algunos
programas televisivos, ahora que estoy en paro me permito recopilar algo de
información para comprender la situación, hay un programa local “Arucitys” que
resume las perlas de diferentes canales y sus respectivas audiencias que ayuda
a hacer una composición de lugar bastante real de cómo está el patio, otro
programa muy ilustrativo es el concurso “Lo sabe, no lo sabe” realizan un magnífico
trabajo de campo mostrando el actual nivel cultural de la gente y de este modo entender definitivamente el éxito de
esos canales tan criticados pero de gran audiencia. Además de los deportes y programas de cocina yo
me quedo con “el intermedio” y “el gato al agua” a pesar de sus diferencias lo
paso muy bien analizándolos.
Creo
que no vamos bien, pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
sufrimos
una avalancha de mediocridad, o para no ser tan generoso lo denominaré “mierdocridad”,
subir el nivel de un proyecto televisivo no requiere un gran esfuerzo pero es
casi seguro que esté condenado al fracaso, no por incapacidad de realizar un
producto de calidad sino por la imposibilidad de que la mayor parte de la
población lo acoja con interés por la falta de preparación y su continuada
abducción por la “mierdocridad”. La gran suerte es que la tele no es vital para
nuestra existencia, aunque esté contribuyendo en nuestra degradación.
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