Hay
quien desecha las sopas porque dice que es comida de enfermos, afirmo que el
que así piensa padece de necedad. La sopa más que comida es un alimento fácil de
conseguir, que puede tener mayor o menor fundamento pero que siempre sienta
bien y asienta el cuerpo destemplado por frio, afección, añoranza, cogorza y
tantas y tantas razones por las que nuestra mente acostumbra a castigar el
cuerpo, la sopa nos revierte al hogar, reconforta y te deja tan a gusto.
Hay
muchos tipos de sopa, su base es el agua cuanto más sana mejor, después están
las diferentes elaboraciones de caldo, de verduras, con carnes o con pescado,
en casa nos gustan con fundamento y el caldo de verdura y carnes una vez frio
para su conservación se puede cortar con un cuchillo y al de pescado en la
elaboración final de la sopa acostumbramos a aromatizarla con unas gotas de
absenta. La otra noche no teníamos reserva de caldos en el congelador y
recurrimos a una de las muchas modalidades de sopa de media hora, la
impresionante sopa castellana, receta simple que os relato:
Para un
mano a mano.
-
80 g. de jamón serrano picadito
-
5 dientes de ajo en láminas
-
Varias rebanadas de pan viejo, reservar dos para finalizar el plato
-
1 cucharada de pimentón de la vera dulce, se puede mezclar un poco de
picante
-
¾ l. de agua
-
Sal
-
Aceite de oliva
-
2 huevos
Pondremos
a rehogar en una olla los ajos con el aceite de oliva, cuando empiecen a tomar
color añadimos el jamón picadito, las rebanadas de pan un poco troceadas y removemos
un par de minutos, retiramos del fuego y añadimos la cucharada de pimentón
removiendo con cuidado que mezcle pero no se queme, vertemos el agua y dejamos
a fuego lento procurando que no rompa a hervir durante 20 minutos. Meneamos con
el cucharón y servimos en un cuenco cascando un huevo dentro y tapando con una
rebanada finita de pan tostado, en dos minutos la tapa estará ablandada y ya puedes
meter la cuchara para agitar el huevo y disfrutar.
Otras
modalidades son la afrancesada sopa de cebolla o la catalana de tomillo, este
día yo cené la castellana de ajo con un trago de tintorro de Toro, pude rematar con alguna cuña de
queso curado de oveja zamorano, pero no sé porque desistí, la consecuencia es
que a la mañana siguiente me desayune con un bocata de tocino ibérico veteadito
y otro tiento del tinto potente de la noche anterior. De los vinos ya
hablaremos, ya hablaremos.
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