Pasada
la jornada de libros y rosas de Sant Jordi comienza la guerra de cifras, baja
la venta de rosas un 25%, la mierda de la crisis, evaluar la venta de libros es
un galimatías, ofrecen múltiples listas, que si globales, por temática, por
lengua… los intereses son muchos y la transparencia, siguiendo la tónica de
estos tiempos de exceso de desinformación, brilla por su ausencia, la lógica me
dirige a consultar los datos que ofrece el
gremio de libreros de Cataluña, curiosamente las ventas de quienes más
venden Fnac y Corte Inglés no figuran, parece que no están agremiados, otra vez
información sesgada.
Lo cierto
es que me interesa bien poco que título es el más vendido de la jornada, sobre
todo porque eso no significa que vaya a ser el más leído, pero me atrae ver el dominio
del marketing sobre la decisión de la gente en el momento que tienen que
realizar un acto tan poco habitual como el de la compra de un libro. La lectura
no figura entre las principales costumbres nacionales, somos más dados a otros
placeres que si bien no son incompatibles complican la principal motivación de
leer que es comprender, analizar y decidir, en resumen, disfrutar, esta conclusión se la debo a mi apreciado
profesor de literatura Rodrigo Segarra, gran erudito del filósofo Miguel de Unamuno
y que comparte conmigo la primitiva afición por el futbol, pese a que nuestro
forofismo sea opuesto, las aficiones se pueden y se deben compartir. Durante el
periodo de enseñanza y formación la lectura es obligatoria, bendita dictadura
la que te sumerge en la cultura, Segarra fue sin duda de quien más provecho
saqué, si bien por culpa de mi estupidez el beneficio fue ínfimo, al pasar por
la escuela industrial, en pleno proceso de transición política, topé con un nuevo
profesor de clara tendencia sindicalista que nos propuso comentar "el capital”
de Karl Marx, la sinceridad de mi ejercicio me supuso un estrepitoso suspenso, con
ello aprendí que ser franco, no busquéis doble sentido, no es rentable, pese a
la lección y de nuevo por culpa de mi estupidez no soy un tipo acaudalado.
Desde que
me acompaña la presbicia leo mucho menos, como anteriormente no leía mucho el
resultado es que casi no leo, de vez en cuando me dejo caer por la biblioteca porque
comprar no compro libros, acumulan espacio y polvo, como sabéis no soy un tipo
acaudalado por lo que aprovecho la gratuidad de la biblioteca y son tantos y
tantos los buenos libros por leer que no creo que me los acabe, otra ventaja es
que si me equivoco lo devuelvo de inmediato y listo, a esto hay que añadir que la
virtud de la calidad es que no pasa de moda, lo cual se agradece, ya que cada
vez es más escasa, será por eso que la prioridad hoy es vender, tanto da si lo
van a leer.
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