En primer lugar aceptad el obsequio de esta rosa cibernética
que si bien es baratita, la ofrezco con mi mejor voluntad, Sant Jordi es para
los catalanes una fecha que nos hemos hecho propia pese a ser claramente
internacional.
Desgraciadamente el Jordi actual no es tan caballeroso como el
de la leyenda original, ya que hoy convierte a su princesa en bruja y se alía
con el dragón para quemar al pueblo, yo me apunto a conservar la locura, que prefiero tomar como cándida
esperanza, del Quijote de Cervantes y huir del abrazo agobiante de la pérfida Albión
que disfruta de un Shakespeare
dudoso. Pese a la incertidumbre y zozobra que estos momentos taciturnos
nos puede plantear, hay una realidad irrenunciable, la obligatoriedad de ser feliz,
aprovechemos pues este día bañándonos en vino y rosas e inundando nuestra vida con
una literatura que nos active el cerebro, nutra nuestro espíritu y nos permita
ser cada vez más libres.
Definitivamente feliz Sant Jordi, Jorge o George, tanto da, lo importante
es que sea feliz.
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