Ya
tenemos encima el puente de la Purísima Constitución, tan español, dos fiestas
alternas puestas a huevo para hilar unas pequeñas vacaciones sumamente
necesarias como antesala de la Navidad, en esta ocasión noto un cierto
desasosiego, un falso pudor, un mal rollo por tomarse unos días de asueto “con
la que está cayendo”, que nadie se sienta mal, sembrar en yermo es perder la
semilla, es momento de parar, labrar y dejar en barbecho antes de volver a
abonar y sembrar para recoger nuevos frutos, esto requiere su pausa,
medir los tiempos y tener paciencia sin caer en desazón ni intranquilidad.
Disfrutad
el momento aunque parezca que no pueda ser disfrutado, siempre hay un motivo
para reír aunque el alma esté triste, es cuestión de pararse a pensar de buscar un motivo
que curiosamente nunca es material. Me vienen a la memoria los callos de Noche
Buena, pensaréis ¿callos en Noche Buena? pues sí, mi suegra los hacía y eran el
plato estrella de la noche, excepto en una ocasión hace ya unas décadas en que
catamos una lata de caviar iraní regada con una botella de Dom Pérignon, nos
supo a gloria sobre todo a mi suegra y a mí y no solo por el producto que era
excelente, sino por el modo en que llegó a nuestra modesta mesa tan lujoso género.
El caviar fue obsequio de un ingeniero persa, refugiado en Barcelona tras la
revolución que encumbró al poder al
Ayatolá Jomeini y al que mi suegro
ayudaba, en la medida de sus posibilidades, facilitándole algunas chapucillas
que solicitaban los vecinos del edificio en el que mi suegro trabajaba como
portero, el champán vino como consecuencia de los exagerados obsequios de
empresa que por aquellos tiempos se hacían; la combinación de ese champán
regalado sin esfuerzo por una empresa gracias a los insultantes márgenes comerciales
de la época y de ese excelente caviar regalado con el corazón sincero y agradecido de un
inteligentísimo refugiado en horas bajas, dio como resultado un momento mágico imposible
de olvidar, pero después comimos los callos.
Es tiempo
de callos y aunque solo sea por recordar con alegría y añoranza a quien tanto
lo merece, jamás faltarán en mis cenas de Noche Buena. Buscad el motivo para
disfrutar que no es cuestión de dinero, compartid aunque solo sea un buen recuerdo sonreír juntos es un acto simple de nobleza, buen puente y buen rollo.
¡Qué bonito! La verdad es que no tengo puente. Tengo una chinata, pero no importa voy a disfrutar al máximo del tiempo libre.
ResponderEliminarEste blog está cada día mejor.