El lazarillo de Tormes, pintura de francisco de Goya |
Un país
que se nutre de magníficas obras literarias en las que sus principales
protagonistas son el Lazarillo de Tormes, el pícaro Guzmán de Alfarache, el
buscón don Pablos o el guitón Honofre, grandes y celebrados personajes que
viven de la continua trampa y que son aceptados y celebrados por la gran
mayoría de paisanos, no puede ahora ejercer la doble moral escandalizándose por
prácticas que venimos utilizando y perfeccionando de antaño.
Es
cierto que aceptamos y nos hace gracia cuando el beneficio de una treta o
añagaza es para un galopín que consigue sobrevivir estafando a personas principales, pero la cosa
cambia y da completamente la vuelta cuando el engaño es a la inversa, en cuanto
el poderoso se convierte en pícaro pasmos a considerarlo un tipo detestable, un
delincuente sobre el que exigimos caiga todo el peso de la ley. Es aquí donde
está el error, el dolo es reprobable en cualquier circunstancia y sin embargo
somos capaces de admitirlo y hasta aplaudirlo según sea la condición del
usurpador, esta antinomia es la que nos quita la razón y la que complica la
justicia, debemos ser conscientes de que esta forma de ser es intrínsecamente nuestra
sin duda no es la ideal, se podría mejorar, pero perderíamos identidad, también
debo hacer constar de que el momento no es el más adecuado para redundar tales prácticas,
ya que otra de nuestras ancestrales características es la de llevarse por
delante a quien sea cuando se nos calienta mucho la sangre y el invierno parece
que no va a ser muy largo.
La
solución está en nuestras manos o reprobamos toda mala práctica o acabamos a
hostias, pero la historia no me augura una solución sublime.
No hay comentarios:
Publicar un comentario