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jueves, 14 de febrero de 2013



Entrar en un estado de gilipollez tremendamente agradable, tendemos a confundir el amor con el sexo, es un tremendo error pues no existe dependencia ni relación obligatoria entre ambos para poder ejercer sexo sin amor o amor sin sexo.

El amor es una necesidad perentoria en nuestra vida que conlleva una gran dificultad de mantenimiento, nuestro modus vivendi, el egoísmo y el mismísimo sexo nos aboca hacia una fácil destrucción del amor, es difícil de explicar como algo tan preciado es tan fácil y frecuentemente destruido, la causa principal de este continuo error la encuentro en la necedad que induce a la confusión. Amar no es poseer, ni ceder, el amor no se gana ni se pierde, ni tan siquiera se tiene, el amor simplemente se vive y se alimenta con más amor; esta vida de continua competición, de placeres efímeros y continua insatisfacción que nos hemos creado no es el abono ideal para hacer crecer algo tan lisonjero como el amor, por tanto no es de extrañar que las obras cumbres que describen el amor nacieran desde el misticismo de Santa Teresa de Jesús  y  San Juan de la Cruz, la propia Iglesia católica encontró obscenos sentimientos tan bellos como rotundos, que por otra parte dejan abierta la interpretación de sus versos a la sensibilidad de cada lector, pienso que ambas obras son un perfecto regalo en el día de San Valentín.
Yo amo, a veces dudo si amo, pero confirma mi amor mi perenne estado de gilipollez.

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