La
sorprendente renuncia del Papa Benedicto XVI plantea un escenario antiguo, casi
descartado y a la vez novedoso dentro
de la cúpula vaticana, el actual Papa marca la diferencia con su antecesor Juan
Pablo II, ahorrando a los fieles sufrir un nuevo proceso de agonía y puede que abocándolos
a vivir un cisma o como mínimo un periodo de reflexión donde el dogma de fe
debe de perder peso para dar prioridad al raciocinio.
La Iglesia
católica precisa savia nueva bajo la supervisión de viejos sabios, tener un
nuevo Papa con la ventaja de que pueda consultar al anterior Pontífice es una
ventaja que merece la pena que sea aprovechada, es tiempo de ser más
confluyente que influyente, los procesos de renovación en grandes entes inmovilistas
son largos y complicados, es momento de comprobar donde están los verdaderos
intereses de la curia y Benedicto XVI acaba de ponerla en un brete, tienen ante
sí la oportunidad de conseguir la gran conciliación con los escépticos, el
momento es ideal, para recuperar la fe en Dios es primordial recuperarla
primero en la humanidad y aquellos que libremente decidieron ser apóstoles son
los principales actores que deben participar en este proceso, tendiendo manos y
denunciando a la vez que invitando a recuperar la dignidad a aquellos que la
perdieron.
Pedro
ofrece la llave, es momento de abrir puertas.
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