Ayer se
fue “Linda”, La última “Linda” de la familia, antes que ella fue una “Linda”
canela, después una atigrada, finalmente llegó ella mestiza como sus
antecesoras, negra y peluda, con genio, un genio que conservó hasta el final,
16 años geniales, los dos últimos con cambio de domicilio ya anciana, como el
amo, ambos perdieron sociabilidad, uno más que otra, uno piensa la otra siente
así que recaló en nuestro domicilio y de este modo no cambió de barrio.
Esos últimos años sufrió la convivencia con un
cachorro, los viejos no aceptan de buen grado la vitalidad de una vida recién
estrenada, normal, palpar la energía perdida te revela y acentúa la decrepitud;
con los perros se acepta la eutanasia, es injusto pues no son ellos quienes
deciden su aplicación, decidir sobre la muerte es indefinible, duro, pese a que
los seres humanos lo hacemos con frecuencia, si es difícil encontrar el
equilibrio durante la vida hallarlo para la muerte es una quimera, no sabes si
pecas por exceso o por defecto la culpa la tiene el afecto, con “Linda” es lo
que ha pasado, puede que los últimos meses ciega, desorientada, senil, no los
mereciera pero nuestro egoísmo, el cariño, nos paralizaba en una decisión que
cada vez era más inapelable, ayer empezó a fallar por todas partes, solo la
mantenía el genio, genio y figura…
Hoy estamos tristes, pienso tras volver a
pasar por estos momentos como puedo ser
tan taurino, es la contradicción del ser humano, pero la tauromaquia merece un
capítulo, o varios, aparte, será porque en mi cultura los perros no se comen,
solo alimentan el espíritu, solo, es como me siento cuando entro en el
dormitorio y no escucho zapatear en el suelo.
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