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martes, 9 de julio de 2013

COMPLACIENDO PETICIONES


Mi estimada Marta me propone un tema para desarrollar en el blog, lo titula “Aristóteles un filósofo. El nombre forma un carácter?”, esto de atender peticiones es un reto divertido. El nombre sin lugar a dudas te hace estar atento en la vida, cuando te llaman atiendes, te paras, miras, te sientes identificado, pero de ahí a darle la importancia de la formación de tu carácter media un abismo, el carácter lo forman las vicisitudes diarias, las gentes que te rodean y claro está tus propias decisiones que acertadas o equivocadas tienen el maravilloso don de ser exclusivamente tuyas, el nombre puede ser un ingrediente más que aporte algo de sabor a este coctel invariablemente agridulce que es el carácter pero no creo que tenga la fuerza suficiente como para por sí mismo formarlo.
Mi nombre, Aristóteles, es poco habitual para un español de pura cepa nacido en el ensanche barcelonés y nada habitual para un cristiano católico, la prueba fehaciente de lo que digo es que fui bautizado como Sergio, Estanislao, Aristóteles, al no figurar mi nombre en el santoral— tampoco estoy haciendo demasiados méritos para ser canonizado cuando Dios me llame a su lado— en el registro civil fueron más tolerantes allí figuro como Aristóteles, Estanislao, Sergio, de haber nacido en Grecia o Macedonia de donde era natural el insigne filósofo mentor de Alejandro Magno, mi nombre pasaría a ser habitual, incluso vulgar, perdería la notoriedad que aquí tiene y todo hubiera sido más fluido, incluso con la iglesia ya que sería un cristiano ortodoxo. No me quejo de la decisión de mi padrino, el tío Rafael, que con la aquiescencia de mis padres me marcó con tan inusual nombre para estos lares, gocé de ciertas ventajas como la ausencia de mote entre los amigos, ¿para qué?, la familiaridad que da que te llamen por el nombre en vez de por el apellido, Jiménez, ser identificado de inmediato dada su singularidad; aunque con la recuperación de algunos nombres, gracias al estado de  las autonomías, últimamente confunden mi abreviatura, Aris, con Aritz nombre vasco que significa roble lo cual tampoco está nada mal.
Antaño era frecuente bautizar al recién nacido con el nombre del santo del día, cosa practica ya que en el futuro una fiesta bastaba para celebrar cumpleaños y onomástica, tampoco se rompía mucho el coco la familia poniendo el nombre de sus progenitores al vástago, forzando de este modo el uso de los diminutivos, ¡que ridículo queda Aristotelín!; para mis hijos decidimos meditar un poco algo que les acompañará durante toda la vida, nos gustó vivir los dos embarazos con suspense, pese a poder conocer el sexo mantuvimos la incógnita hasta el momento de nacer, así el primogénito tenía asignado el nombre de Alejandro, por aquello de que iba a ser discípulo de Aristóteles, los caprichos de la vida decidieron trastocar los planes convirtiendo el esperado machote en una niña de breves sueños, la llamamos Luna, no por su poca afición a dormir, cosa que desconocíamos en esos momentos, fue un guiño acertadísimo para perpetuar con el nombre el apellido de la abuela más maravillosa del mundo, otro lio en el registro, Luna Jiménez Delgado hija de Aristóteles Jiménez Rosell y Rosa Mª Delgado Luna, el registrador levanta la mirada y pregunta ¿pero Luna es nombre o apellido?, Luna es homenaje, un bello homenaje; pasados trece meses llegó el niño, no me gustan las cosas frustradas, Alejandro no pudo ser y ya no sería, lo llamamos Santiago como el apóstol guerrero patrón de España.
Ahora con el transcurso de los años he dejado de ser Aristóteles, ahora soy el marido de Rosa o el padre de Luna y Santi y de este hecho me vanaglorio orgulloso, demostrando que el nombre no forma carácter, quien realmente te moldea es la gente a la que quieres.

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