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lunes, 8 de julio de 2013

TIEMPO DE ALBARICOQUES


Hace unas semanas los frutales del terruño me obsequiaban con nísperos, ahora le llegó el turno a los albaricoques, lamentablemente no soy amigo de consumir fruta, soy más de deglutir las diferentes partes de mis equivalentes los animales, el reino vegetal prefiero contemplarlo, como mucho arreglar un buen manjar con su grácil y ligera aportación, soy plenamente consciente que este no es el camino apropiado, pero a punto de cumplir los cincuenta y tres,”que me quiten lo bailao”.
Puntualmente consumo alguna fruta, o no tan puntualmente, por las mañanas es obligado el zumo de naranja para disimular la ayuda química—pastillitas para paliar los efectos del ácido úrico y el colesterol—generalmente no tomo postre ya que con lo que como me siento saciado, pero cuando acudo a alguna casa de comidas acostumbro a elegir mi fruta favorita, unas ciruelas al armañac, también tolero un helado de ron con pasas o unas guindas en orujo pinchadas a media tarde, esa es la principal aportación frutal a mi dieta.
No es que renuncie por completo a comer vegetales, me encantan las patatas fritas o revueltas con huevo, guisadas con carnes o pescados, la cebolla es la reina de los sofritos y de cualquier fondo que se precie, el tomate en su justo punto es prácticamente imprescindible, la ensalada como tío raro que soy es mi postre más frecuente, el café lo acompaño con una buena ración de  nata y un generoso chorro del irlandés  “Jameson” bien caliente y azucarado, el membrillo elaborado también es un excelente complemento para unas porciones de queso gallego de tetilla.
Sé que vendrán a no tardar tiempos peores, pero cuando vengan Dios dirá, es la suerte que tengo, puedo refugiarme en Dios y si soy incapaz de soportarlo siempre puedo ir con El. Me voy a comer un albaricoque sin conservantes ni colorantes, a ver si me convence.

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