En el
pasado lo pasé muy bien, el presente me está resultando difícil, me temo que el
futuro no es para mí, cada vez lo tengo más claro, la reciente noticia sobre la
flamante hamburguesa
de laboratorio confirma todas mis fobias.
En 1966
Paco Martínez Soria protagonizó la premonitoria película “La ciudad no es para
mí”, donde dejaba claro que hay personas que no por edad sino por condición son
difícilmente adaptables a nuevos entornos y situaciones, en la película
señalaban la ciudad como ruptura irreconciliable de formas de vida; soy
ciudadano nato y ciudadano residente de forma perenne, me gusta la vida rural
pero dudo de que pudiera adaptarme con facilidad a disfrutar de las ventajas de
un pueblo, soy un degenerado de ciudad sin remedio, al fin y al cabo las
ciudades están formadas completamente por multitud de pueblerinos y descendientes
de pueblerinos que cuanto mayor empeño ponen en ser cosmopolitas más evidencian
su rústica procedencia, Barcelona constata esta realidad liderando con orgullo
ese subliminal complejo de inferioridad.
El
progreso nos empuja, a la vez que selecciona, a las personas según sus habilidades
o facilidad de manejarse con las nuevas herramientas, a principios de 1990 la
informática irrumpió definitivamente y sin posibilidad de vuelta atrás — espero
equivocarme — en nuestras vidas, cambiando de forma continua nuestros hábitos y
el modo de comunicarnos, en el ámbito laboral y posteriormente en el personal
esta revolución pasó con una velocidad que nos impidió toda posibilidad de
meditación, forzándonos a subir a un tren que a más de uno aún nos tiene
mareados y a la gran mayoría totalmente pasmados. Me molesta sumamente verme rodeado de gente ensimismada en un
aparatito que portan en la palma de la mano sin la más mínima posibilidad de
mantener una conversación, no soy un gran conversador — esta es una de las
principales características de un conservador como yo, conservador-liberal, primero conservador y
desde esa base comienzo a ser tímidamente liberal — pero me gusta sumamente
escuchar, aunque sean tonterías, pues puedo escoger si las escucho o tan solo
las oigo de forma somera, ahora es difícil escuchar y lo peor es que es
imposible que te atiendan, si por lo menos esta nueva forma de comunicación,
espejo del autismo, sirviera para potenciar la ortografía y la comprensión de
la lectura me reconfortaría levemente, pero mi desaliento aumenta cuando
constato que estoy siendo excluido, también, por un nuevo lenguaje.
El
remate es la noticia de que en el futuro tendré que comer vaca, sin que esta de
leche, ni paste, ni rumie, ni muja, ni produzca abono, ni nazca, ni viva, ni muera,
comeré una carne sin sabor ni aroma. ¡Qué suerte tuve de nacer! aunque al final
tenga que hacerme ermitaño, pues cada vez me siento más ermitaño, el futuro no
es para mí.
Las
nuevas generaciones huyendo de las vacas.
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