El otro
día, zapeando para ver si la múltiple oferta televisiva me ofrecía algo
interesante o, como viene siendo frecuente, me volverían a invitar a pulsar el
botón rojo del mando y dedicarme a otra cosa, me encontré con una de esas
películas que se pueden ver mil veces y en la mil una te vuelves a enganchar a
ella, “el hombre tranquilo”.
Me
gusta más ver películas que el cine en sí, no entro en si es magnífica la
fotografía, los efectos especiales, el sonido, el guión, la dirección, etc. Al
cine solo le pido una película que sea de mi agrado, no es difícil ya que soy
un hombre sencillo, mejor dicho, simple, tan simple que teniendo a mi
disposición un archivo con más de doscientas películas, sigo confiando en que
los canales televisivos programen algo de mi gusto con el fin de evitarme el
dilema de tener que elegir entre mi colección de películas, que siguen
esperando en la estantería cada vez más innecesaria ya que antes contenía
estuches con cintas en VHS, ahora el espacio ocupado es inferior pues los
estuches contienen discos DVD que están pendientes de desaparecer para ir a
parar a un disco duro, se gana espacio pero se dificulta su selección, ya que
estando ahí, que están, dejan de estar a la vista para provocar el acto
compulsivo de, ¡me lo pongo!. Casi toda mi colección es del siglo XX, mis
gustos en general son del siglo pasado, cada vez me siento mejor siendo un tío
con solera, aunque no rechazo los avances, siempre que sean avances o que mi
simpleza los considere como tal.
Pero
volviendo a “el hombre tranquilo”, es sin duda una de esas películas que
definiría como completa, donde es difícil escoger una mejor actuación o una
mejor secuencia, ¿acabo de decir que es completa?, pues eso, hay que verla
completa. El principal actor, gracias a su bien ganada fama, es John Wayne al
que se asocia automáticamente con el Western,
pero, que bien lo hizo en esta película al igual que en “¡Hatari!” o “La
Taberna del Irlandés”; si me tuviera que quedar con alguien, no tengo dudas, me
quedo con el personaje de “Michaleen Oge Flynn” magistralmente interpretado por
Barry Fitzgerald, ese pícaro personaje capaz de impartir másters de cómo ir por
la vida y de cómo vivirla en ese pequeño pueblo irlandés, que no difiere en el
fondo del resto del mundo, solo hay que cuidar los matices. Los pícaros son mi
debilidad, sobre todo por su incapacidad de enriquecerse económicamente a pesar
de tener todas las habilidades para hacerlo, ¿será porque también son simples?.
Si tenéis
ocasión ved o revisad la película, pasareis un buen rato, es más que apta para
todos los públicos, es aconsejable para todos los públicos y no saquéis
conclusiones, bastará con que os metáis dentro del personaje con que mejor te
identifiques para vivirla con intensidad.
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