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lunes, 19 de agosto de 2013

HIDROMASAJE


Durante mi reciente estancia en el apartamento de Castilnuevo, pude disponer de una ducha de hidromasaje, tan solo jugué con ella el primer día, una ducha es una ducha, algo higiénico, ágil y tonificante, cuando te entretienes en manipular los mandos para investigar las diferentes posibilidades de chorreo, acabas aburrido y sales arrugado como una pasa; ocurre algo similar con el celebrado jacuzzi, tengo comprobado que se puede conseguir un efecto similar sumergiéndote en una bañera y tirándote uno o varios pedos, el agua comienza a burbujear, templa su temperatura y en ocasiones se llega a lograr ese peculiar olor a huevos podridos que desprenden ciertas aguas sulfurosas de algunos elegantes balnearios, ahora denominados spa, imagino que como descripción exacta de la hostia que pegan cuando pagas el servicio.
Es indiscutible que el agua es un elemento indispensable para nuestra subsistencia, vital tanto para ingerir como para empaparse en ella, en el caso de la ingestión yo la prefiero fresquita con sabor a cebada, trigo y malta, o con ese aroma afrutado que desprenden los jugos de la uva una vez reposados en barrica de roble, también la utilizo en estado sólido acompañando diferentes aguas de fuego turbias o cristalinas, volveríamos a recurrir a la malta y los frutos de la vid, ampliando las posibilidades con destilados de la endrina, el enebro, la caña de azúcar, mandrágora…, todas ellas componentes del mundo vegetal con manifiestos poderes curativos, todo sanísimo. En cuanto al innegable placer de disfrutar de su contacto externo bien sea por inmersión, flotación o golpeo soy partidario de aprovechar lo que nos brinda la madre naturaleza, que nos da superando con creces lo que otros nos cobran de manera desmesurada. No es un negocio nuevo ni culturalmente exclusivo, los árabes con su Jamán o los asiáticos con su Onsen son milenarios en el negocio de la hidroterapia e hidromasaje, tan valorado en la actualidad a causa de la tensión física y emocional que nos empeñamos estúpidamente en acumular, bien sea para pelear por tener una imagen corporal que no se corresponde con nuestra edad o naturaleza, bien sea por alcanzar objetivos que finalmente conseguirán acelerar el tren de la parca, que irremediablemente acaba por pasarnos a todos por encima; inventamos el  estrés y para combatirlo lo aumentamos trabajando como bestias para ganar algo más de dinerito que después invertiremos en relajarnos en un magnífico y carísimo spa, efectivamente es “pa” cagarse, aunque en mi caso la unidad familiar está compuesta por cinco individuos, como bien describe la palabra mi cuerpo es uno y en algunas ocasiones es dos, pero hasta aquí puedo llegar el estrés no es el objetivo, soy vicioso pero no tonto, perdón, tanto.
Concluyendo, gastamos más de lo necesario en cosas que la naturaleza nos brinda, en vez de gozar de ella, cuidarla y respetarla, nos esforzamos en hacer lo contrario, mala cosa.

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