Durante
mi reciente estancia en el apartamento de Castilnuevo, pude disponer de una
ducha de hidromasaje, tan solo jugué con ella el primer día, una ducha es una
ducha, algo higiénico, ágil y tonificante, cuando te entretienes en manipular
los mandos para investigar las diferentes posibilidades de chorreo, acabas
aburrido y sales arrugado como una pasa; ocurre algo similar con el celebrado jacuzzi, tengo comprobado que se puede conseguir
un efecto similar sumergiéndote en una bañera y tirándote uno o varios pedos,
el agua comienza a burbujear, templa su temperatura y en ocasiones se llega a lograr
ese peculiar olor a huevos podridos que desprenden ciertas aguas sulfurosas de
algunos elegantes balnearios, ahora denominados spa, imagino que como descripción exacta de la hostia que pegan
cuando pagas el servicio.
Es indiscutible
que el agua es un elemento indispensable para nuestra subsistencia, vital tanto
para ingerir como para empaparse en ella, en el caso de la ingestión yo la
prefiero fresquita con sabor a cebada, trigo y malta, o con ese aroma afrutado
que desprenden los jugos de la uva una vez reposados en barrica de roble, también
la utilizo en estado sólido acompañando diferentes aguas de fuego turbias o
cristalinas, volveríamos a recurrir a la malta y los frutos de la vid,
ampliando las posibilidades con destilados de la endrina, el enebro, la caña de
azúcar, mandrágora…, todas ellas componentes del mundo vegetal con manifiestos
poderes curativos, todo sanísimo. En cuanto al innegable placer de disfrutar de
su contacto externo bien sea por inmersión, flotación o golpeo soy partidario
de aprovechar lo que nos brinda la madre naturaleza, que nos da superando con
creces lo que otros nos cobran de manera desmesurada. No es un negocio nuevo ni
culturalmente exclusivo, los árabes con su Jamán
o los asiáticos con su Onsen son
milenarios en el negocio de la hidroterapia e hidromasaje, tan valorado en la
actualidad a causa de la tensión física y emocional que nos empeñamos estúpidamente
en acumular, bien sea para pelear por tener una imagen corporal que no se
corresponde con nuestra edad o naturaleza, bien sea por alcanzar objetivos que
finalmente conseguirán acelerar el tren de la parca, que irremediablemente
acaba por pasarnos a todos por encima; inventamos el estrés y para combatirlo lo aumentamos
trabajando como bestias para ganar algo más de dinerito que después invertiremos
en relajarnos en un magnífico y carísimo spa,
efectivamente es “pa” cagarse, aunque en mi caso la unidad familiar está
compuesta por cinco individuos, como bien describe la palabra mi cuerpo es uno
y en algunas ocasiones es dos, pero hasta aquí puedo llegar el estrés no es el
objetivo, soy vicioso pero no tonto, perdón, tanto.
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