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lunes, 26 de agosto de 2013

EL PEDO


Si hay algo que nos iguala, además de la muerte, eso es el pedo, pues cualquiera de nosotros sin distinción de raza, sexo, edad o condición, en cuanto notamos la molesta presión ventosa en nuestras tripas, no decimos  me lo quedo y nos aliviamos con un pedo.
Tirarse un pedo es acto natural, si bien es controvertido, a no ser que tal acto se ejercite en la aburrida soledad, tirarse un pedo en público puede ser molesto o jocoso, todo dependerá de la tolerancia y humor del público y de sus efectos secundarios, pues ciertos aromas posteriores que frecuentemente suelen acompañarlos, acostumbran a ser desagradables, en ocasiones hasta para el mismo protagonista; pero si el pedo es sonoro tiene la virtud de actuar como alarma para poner pies en polvorosa, eso siempre que sea posible, pues hay ciertos artistas especializados en actuar en recintos cerrados, reducidos y móviles, como por ejemplo un ascensor, en este caso el escaqueo o disimulo es un plus para el pedorrero, si el pedo es traidor, silencioso y apestoso, el cruce de miradas inquisidor es suficiente para salir airoso, sin embargo si el ruido atronador nos delata, un ataque es la mejor defensa y soltar un ¡es usted un cerdo! al acompañante más alejado, siembra la suficiente duda y confusión como para salir airoso del trance, primero por la sorpresa y después por la confianza que da alguien que educadamente trata de usted a un presunto gorrino, al tratarse de viajes cortos solo das opción a una breve respuesta que puede ser negativa o de contraataque, tiempo suficiente para llegar a destino y apearse con la dignidad de un postrero ¡será posible!.
El pedo es medida definitiva del cariño y la confianza, cuando te lo tiras en pareja, familia o reducido círculo de amistad y es tolerado con un tímido y sonriente ¡hala!, o simplemente se te ríe la “gracia”, o incluso es contestado con otra ventosidad lanzada por alguno de tus acompañantes a modo de complicidad, es que ya esas compañías te consideran parte irrenunciable del clan, aunque también existe el riesgo de ser excluido de por vida. No entraré en la descripción de las diferentes modalidades de pedo, mudo, grave, agudo, con redoble, seco, húmedo…, ya que la literatura universal ofrece múltiples y hermosos pasajes con acertadas referencias, el pedo es recurso fácil para la prosa y poesía, también para las adivinanzas —entre dos piedras feroces sale un hombre dando voces— reza la más popular, circula una “oda al pedo” que se atribuye a Quevedo, puede que por su fácil rima, guardo mis dudas sobre su autoría, pues si bien es divertida y bien construida, el lenguaje que utiliza es simple y llano, algo que no es frecuente en la obra de don Francisco, para aumentar mis dudas no soy capaz de encontrar esta oda en el fondo de su fundación, es por ello que no sirvo el enlace, pero si os pica es fácil rascar, internet va lleno, aunque también son abundantes sus imprecisiones.
Hablar sobre pedos, es caminar sobre la delgada línea que marca la frontera entre la hilaridad y la grosería, curiosamente lo escatológico casi siempre despierta simpatías, abrirse a comentar sin tapujos situaciones naturales y cotidianas rompe el hielo y generalmente aproxima a las personas, aunque existen excepciones, los que nunca se tiran pedos, gentes reprimidas que juegan con su salud y que para su vergüenza en algunas ocasiones no pueden contener dejar caer un eructito, a esos remilgados digo:
Boca y culo están unidos 
por los tubos digestivos,
tragan y expelen materias
duras, blandas y gaseosas,
por ello el eructo bucal
es hermano del pedo anal.
Dejen ya de hacer el bledo
y tírense un buen pedo.
Me despido con mis mejores deseos, esperando que os quedéis a  gusto.

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