Si hay
algo que nos iguala, además de la muerte, eso es el pedo, pues cualquiera de
nosotros sin distinción de raza, sexo, edad o condición, en cuanto notamos la
molesta presión ventosa en nuestras tripas, no decimos me lo quedo y nos aliviamos con un pedo.
Tirarse
un pedo es acto natural, si bien es controvertido, a no ser que tal acto se
ejercite en la aburrida soledad, tirarse un pedo en público puede ser molesto o
jocoso, todo dependerá de la tolerancia y humor del público y de sus efectos
secundarios, pues ciertos aromas posteriores que frecuentemente suelen
acompañarlos, acostumbran a ser desagradables, en ocasiones hasta para el mismo
protagonista; pero si el pedo es sonoro tiene la virtud de actuar como alarma
para poner pies en polvorosa, eso siempre que sea posible, pues hay ciertos
artistas especializados en actuar en recintos cerrados, reducidos y móviles,
como por ejemplo un ascensor, en este caso el escaqueo o disimulo es un plus
para el pedorrero, si el pedo es traidor, silencioso y apestoso, el cruce de
miradas inquisidor es suficiente para salir airoso, sin embargo si el ruido
atronador nos delata, un ataque es la mejor defensa y soltar un ¡es usted un
cerdo! al acompañante más alejado, siembra la suficiente duda y confusión como
para salir airoso del trance, primero por la sorpresa y después por la
confianza que da alguien que educadamente trata de usted a un presunto gorrino,
al tratarse de viajes cortos solo das opción a una breve respuesta que puede
ser negativa o de contraataque, tiempo suficiente para llegar a destino y
apearse con la dignidad de un postrero ¡será posible!.
El pedo
es medida definitiva del cariño y la confianza, cuando te lo tiras en pareja,
familia o reducido círculo de amistad y es tolerado con un tímido y sonriente ¡hala!,
o simplemente se te ríe la “gracia”, o incluso es contestado con otra
ventosidad lanzada por alguno de tus acompañantes a modo de complicidad, es que
ya esas compañías te consideran parte irrenunciable del clan, aunque también existe
el riesgo de ser excluido de por vida. No entraré en la descripción de las
diferentes modalidades de pedo, mudo, grave, agudo, con redoble, seco, húmedo…,
ya que la literatura universal ofrece múltiples y hermosos pasajes con acertadas
referencias, el pedo es recurso fácil para la prosa y poesía, también para las
adivinanzas —entre dos piedras feroces sale un hombre dando voces— reza la más
popular, circula una “oda al pedo” que se atribuye a Quevedo, puede que por su
fácil rima, guardo mis dudas sobre su autoría, pues si bien es divertida y bien
construida, el lenguaje que utiliza es simple y llano, algo que no es frecuente
en la obra de don Francisco, para aumentar mis dudas no soy capaz de encontrar
esta oda en el fondo de su fundación, es por ello que no sirvo el enlace, pero
si os pica es fácil rascar, internet va lleno, aunque también son abundantes
sus imprecisiones.
Hablar
sobre pedos, es caminar sobre la delgada línea que marca la frontera entre la
hilaridad y la grosería, curiosamente lo escatológico casi siempre despierta
simpatías, abrirse a comentar sin tapujos situaciones naturales y cotidianas rompe
el hielo y generalmente aproxima a las personas, aunque existen excepciones,
los que nunca se tiran pedos, gentes reprimidas que juegan con su salud y que para
su vergüenza en algunas ocasiones no pueden contener dejar caer un eructito, a
esos remilgados digo:
Boca y
culo están unidos
tragan y expelen materias
duras, blandas
y gaseosas,
por
ello el eructo bucal
es
hermano del pedo anal.
Dejen ya
de hacer el bledo
y tírense
un buen pedo.
Me
despido con mis mejores deseos, esperando que os quedéis a gusto.
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